domingo, 19 de septiembre de 2010

DEFICIT FISCAL – DEUDA INTERNA Y EXTERNA

Concepto
El concepto de déficit fiscal describe la situación en la cual los gastos realizados por el Estado u otras entidades públicas en un determinado período, normalmente un año, superan a sus ingresos.
Cuando se habla de déficit público se está haciendo referencia al déficit del conjunto de las administraciones públicas de un país, así como por ejemplo si nos referimos al caso español; dentro del déficit público se encontraría una parte originada por el Estado, otra por las Comunidades Autónomas y otra por los Ayuntamientos, siendo el déficit público la suma de todas ellas. Déficit fiscal en una economía cerrada: Se supone que el gobierno no tiene acceso al endeudamiento directo con el público, ni dentro ni fuera del país, y que sus reservas internacionales se han agotado. Por lo tanto, la única opción que le queda es endeudarse con el banco central.
Medida del déficit
La medida cuantitativa del déficit presupuestario se hace a través de la Contabilidad nacional que da la medida más exacta de éste. El criterio que sigue la Contabilidad Nacional es un criterio de obligaciones contraídas, independiente de los pagos y cobros efectuados.
Para medir su importancia en una economía se recurre al ratio que representa el déficit sobre el Producto Interior Bruto que da una idea de la importancia y la trascendencia de éste.
El nacimiento del déficit en los años setenta
La existencia de déficits de los presupuestos públicos en los países ha sido un hecho que se empezó a generalizar en los años siguientes a la Crisis del petróleo de 1973. Como origen del aumento y la persistencia de los déficit públicos se distinguen cuatro hechos principales:
Inmediatamente después de la crisis del petróleo, las economías experimentaron una fuerte desaceleración de la actividad, como consecuencia se produjo una menor recaudación fiscal y a la vez un aumento de los gastos sociales ligados al desempleo. Este fenómeno conocido como el efecto de los estabilizadores automáticos incrementó la cuantía de los déficit.
La persistencia de los déficits de presupuesto públicos en las economías ha provocado un aumento del endeudamiento público que ha incrementado los tipos de interés. Todo esto ha desembocado en que el componente de gastos de intereses por esta deuda ha experimentado un gran aumento, contribuyendo a su vez por sí mismo a un mayor déficit.
La incidencia de la inflación sobre el gasto público. Esta influencia viene motivada por el hecho de que los gastos públicos se adaptan con mayor rapidez a la inflación que los ingresos.
Aunque cuantitativamente menos importante, también ha tenido un papel trascendente las políticas fiscales discrecionales que se llevaron a cabo sobre todo en los años setenta para luchar contra la paralización de la actividad económica. A partir de 1980 se cambió la estrategia optando por políticas restrictivas desde el punto de vista presupuestario.
Algunos efectos económicos
Los déficits presupuestarios se habían considerado de forma tradicional en la política económica keynesiana como forma de estimular la demanda de productos y en general la actividad económica ante situaciones de caída del consumo y la inversión privados, pero estas medidas se han demostrado poco eficientes, en determinadas ocasiones, por la existencia de una serie de consecuencias indeseadas de los déficit presupuestario que anulan el efecto inicial expansivo.
Efectos de expulsión real. Este efecto supone que los incrementos de la demanda producidos no conllevan una mayor actividad en el país sino que conduce a un incremento de las importaciones que son las beneficiadas del déficit. Un ejemplo de esta situación se dio en Francia en los años 1981 a 1983.
Una segunda manifestación de los efectos de expulsión real se producen en el comportamiento que experimenta el ahorro privado ante el déficit presupuestal. En determinados casos en que el déficit se financia mediante la emisión de dinero y la consiguiente aceleración de la inflación, las familias reaccionan como mecanismo de defensa incrementado su ahorro y por tanto disminuyendo el consumo privado, compensando y diluyendo por tanto el efecto del mayor gasto público.
El efecto de la expulsión financiera. La financiación del déficit mediante la acumulación de deuda pública y aumento de los tipos de interés provoca un efecto sobre la economía privada de expulsión, en el sentido de que la escasez de capitales por la deuda provoca que proyectos de inversión y gasto privados no puedan realizarse disminuyendo la actividad privada.
Pero para estudiar adecuadamente los efectos del déficit presupuestario sobre el nivel de actividad hay que tener en cuenta no solo la cuantía del mismo, sino también de la composición del gasto público que se lleva a cabo, la estructura del sistema impositivo, su financiación y también el carácter coyuntural o permanente de sus causas.
Actuaciones frente al déficit presupuestario
Las actuaciones básicas de lucha frente al déficit presupuestario son las que conllevan por un lado un adelgazamiento del sector público y por otra parte políticas que no "ahoguen" al sector privado.
1. Deuda pública.
2. Deuda interna
3. Deuda externa.
4. Deuda flotante.
Vínculo en virtud del cual una persona, denominada deudor, se compromete a pagar a otra, denominada acreedor, una suma determinada de dinero o ciertos bienes y servicios específicos. Las deudas se originan normalmente cuando los acreedores otorgan préstamos a los deudores, que éstos entonces se comprometen a devolver en cierto plazo y bajo determinadas condiciones. Entre estas últimas la más corriente es la que fija la tasa de interés que habrá de devengar el préstamo.
Las economías modernas se basan en gran parte sobre las deudas a corto o largo plazo que contraen los particulares, las empresas y el Estado. Sólo las transacciones de menor cuantía suelen pagarse en efectivo pues para casi todas las demás se emplean diversas formas de crédito. Las deudas, por lo general, quedan legalmente registradas mediante el uso de instrumentos mercantiles específicos: pagarés, letras de cambio, bonos, etc

DEUDA PÚBLICA.
Deuda que contrae el gobierno de un país. En ella normalmente se incluyen no sólo los préstamos tomados por el gobierno central sino también los que contraen organismos regionales o municipales, institutos autónomos y empresas del Estado, ya que los mismos quedan formalmente garantizados por el gobierno nacional. La deuda pública suele dividirse en deuda a corto y a largo plazo, así como en deuda pública interna, contraída ante acreedores del país, y deuda pública externa, contraída ante prestamistas del extranjero.
Es una práctica ampliamente extendida en el mundo moderno que los Estados gasten, en cada ejercicio, más dinero que el que recaudan, debido a los compromisos políticos y sociales que asumen. Las políticas keynesianas, por otra parte, que preconizaron presupuestos deficitarios como medio para activar el crecimiento económico, han contribuido también grandemente al endeudamiento de los Estados modernos.

Debido al peso de la deudas contraídas con anterioridad es frecuente que, entre los gastos del Estado, aparezca una considerable partida dedicada al pago de los intereses y del capital de la deuda asumida. La inelasticidad de variados gastos fiscales y la imposibilidad de aumentar la presión tributaria más allá de cierto punto, suelen llevar a un círculo de creciente endeudamiento, puesto que a los gobiernos les resulta imposible hacer frente a tales compromisos y a los gastos corrientes por medio de los ingresos ordinarios que perciben.

Los gobiernos buscan por lo general consolidar las deudas a corto plazo convirtiéndolas en deudas de largo plazo, más fáciles de gerenciar, pero, en todo caso, cuando la deuda interna total sobrepasa cierto nivel, se recurre muchas veces a emisiones suplementarias de moneda nacional con el objeto de atender estos compromisos. Ello causa, indudablemente, una presión de tipo inflacionario, puesto que las nuevas emisiones se producen sin un respaldo en divisas o en bienes producidos por el país. En el caso de las deudas externas, que deben pagarse en dólares o en otras divisas, resulta imposible recurrir -salvo para los Estados Unidos, por supuesto- a este conocido expediente. Por tal razón los países Latinoamericanos -y de otras partes del mundo- que acumularon en las últimas décadas crecientes saldos negativos en sus transacciones externas, se vieron obligados a realizar profundos ajustes en sus economías a partir de los últimos años de la década de los ochenta.

DEUDA INTERNA

Deuda interna" es una parte de la "deuda pública". La "deuda pública", en general, es la plata que el Estado costarricense debe. O sea, la suma de empréstitos o préstamos que debe (interna o externamente). El Estado pide plata prestada de distintas maneras. Algunas veces lo hace a través de instrumentos formales, con bancos o entidades internacionales o extranjeras, blandas o comerciales. Otras veces emite bonos o valores, que coloca en diversos mercados.
En la década de los años setenta, nuestro Estado se abusó con la deuda externa. En diversas administraciones se endeudó a más no poder (petrodólares, banca comercial y mil cuestiones más). A finales de dicho decenio el endeudamiento se hizo por la vía anormal del Banco Central, de modo que no se conocía la operación en la Asamblea Legislativa.
En los noventas, en cambio, la moda ha sido la "deuda interna", compuesta por infinidad de colocaciones en el mercado interno, en forma de bonos o valores que "reciben" los bancos comerciales del Estado y que "aceptan" las instituciones públicas.
Nuestro Estado, en vez de entrar en razón y determinar qué puede hacer. Se ha encaprichado en hacer de todo. Para seguir en tal loco afán, ha tenido que endeudarse hasta las futuras generaciones.
De tal modo, más de una tercera parte del presupuesto nacional se dedica al "servicio de la deuda". No obstante, prácticamente un 40% del presupuesto se financia con nueva deuda. Es como si una culebra se empezara a comer ella misma por la cola.
El asunto es que hace como cuatro años hubo una campaña nacional para combatir la dichosa deuda interna. Se habló de controlar el gasto público, de hacer ingeniería financiera (dolarizar la deuda para que bajaran un tanto los intereses) y de ordenar la casa, para luego honrar las obligaciones (impuestos y venta de activos). El hecho es que no hemos avanzado nada significativo. Lo que se ha hecho es rebalancear la deuda pública aumentando la externa (una especie de dolarización). A final de cuentas seguimos gastando desordenadamente, endeudándonos y sacrificando el presupuesto en el servicio de la deuda.
Ahora el Presidente de la República vuelve al supuesto dilema de antes: "se aumenta la carga tributaria o hay venta de activos".
Sin embargo, hay que recordar que la deuda pública (interna y externa) tiene un origen: el déficit presupuestario. La causa es un déficit fiscal (Estado=Fisco). Si nuestro Estado no entra en razón, todo se hundirá. Absolutamente todo. Las instituciones públicas, los mercados financieros, los fondos de pensiones, la infraestructura, los servicios y nuestra sociedad en general. No seremos los primeros a quienes les pasa tal tragedia. La historia está llena de ejemplos. Lástima que parece que el ser humano no escarmienta en cabeza ajena.

DEUDA EXTERNA.

Aquella contraída con entidades o personas del exterior y que generalmente está denominada en moneda extranjera. Los pagos por capital e intereses de las deudas externas implican una salida de divisas y un aumento de la cuenta de los egresos de la balanza de pagos. Se contraen deudas externas cuando se financian importaciones, cuando los gobiernos contraen compromisos con bancos, organismos internacionales u otros gobiernos, y cuando las empresas -públicas o privadas- solicitan préstamos para realizar inversiones o para otras necesidades. En este último caso es frecuente que las empresas cuenten con un aval gubernamental que garantiza la devolución de sus préstamos ante los acreedores.

Muchos países en desarrollo, necesitados de capital, contrajeron grandes deudas externas durante la década de los setenta; cuando a principios de la década de los ochenta aumentaron bruscamente los intereses en el mercado mundial se produjo -en muchos de ellos- una crisis de pagos, la llamada "crisis de la deuda". Los grandes compromisos contraídos obligaron a medidas de saneamiento fiscal, pues gran parte de la deuda la habían contraído los gobiernos y las empresas públicas, aplicándose los fondos a proyectos de escasa rentabilidad o muy larga maduración. Hacia mediados de esa década se comenzaron a aplicar diversos mecanismos para reestructurar la cuantiosa deuda existente y buscar formas de garantizar su pago.

DEUDA FLOTANTE.
Llámase así a la parte de la deuda pública contraída a muy corto plazo mediante bonos y letras del tesoro, y que se va renovando continuamente. La deuda flotante está en general en manos de los bancos e inversionistas nacionales o extranjeros. Los compromisos contraídos a corto plazo presionan a los gobiernos a emitir nuevos títulos, generando así un círculo de endeudamiento que, cuando no existen ingresos de la misma magnitud, lleva normalmente a la emisión de moneda inorgánica y, por ende, a la inflación.
La Deuda Externa
Introducción

En nuestros días, la deuda externa se ha convertido en un grave obstáculo para el desarrollo humano de los países más pobres del mundo, que deben utilizar sus escasos recursos para devolver los préstamos, en lugar de invertir en el bienestar de su población. La desigualdad entre el Norte y el Sur cada día se hace más escandalosa. La gravedad de la crisis actual, generada por la deuda externa, unida a la oportunidad que ha representado la llegada de un nuevo milenio, ha llevado a ciudadanos de diversos credos, opiniones e ideologías, a unir sus energías para buscar conjuntamente soluciones a una situación que impide a mil millones de seres humanos salir del túnel del hambre y la pobreza.

Las soluciones que se han arbitrado hasta el momento no dejan de ser meros parches. El Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), reconociendo la magnitud de esta crisis, acordaron en 1996 reducir parte de la deuda de los países más pobres mediante la iniciativa para la reducción de la deuda de los países pobres altamente endeudados (PPAE).
El propósito de esta medida era reducir la deuda de los países más empobrecidos hasta un nivel sostenible. Sin embargo, de los cuarenta y un países elegidos para someterse a esta iniciativa, sólo cinco han recibido el beneplácito, y el criterio de sostenibilidad que se ha definido en el marco de unas condiciones tan limitadas, que no tienen en cuenta el impacto de la deuda en la población.
Objetivos Generales:
Analizar e interpretar lo que conocemos como la Deuda Externa en la economía de Venezuela.
Objetivos Específicos:
1- Analizar lo que entendemos por Deuda Externa.
2- Reseñar el proceso de la Deuda Externa desde 1.950 hasta nuestros días.
3- Establecer las posibles soluciones a la existencia de la Deuda Externa.
Lo que entendemos por Deuda.

Muchas personas adquieren préstamos para comprar bienes de consumo o de equipo, o una vivienda. Los países también lo hacen. Toman dinero prestado en los mercados de capitales o lo piden a instituciones financieras internacionales para pagar infraestructuras: carreteras, servicios públicos y centros de salud. Al igual que las personas, los países tienen que devolver el principal y los intereses de los préstamos que reciben. No obstante, hay diferencias importantes.
Si una persona contrae un préstamo, recibe el dinero directamente y, cuando lo devuelve, lo hace conforme a las condiciones del mismo. Pero si es un país el que recibe el préstamo, a los ciudadanos no se les informa acerca del uso del mismo ni de las condiciones de su devolución. En la práctica, muchos gobiernos han utilizado préstamos para proyectos que no cumplen los requisitos mínimos de viabilidad social, ecológica o económica.
Una segunda diferencia es que, cuando una empresa o persona no puede hacer frente a sus obligaciones financieras va a la quiebra. Entonces se nombra un tribunal encargado de evaluar la situación del deudor al que los bancos reconocen la incapacidad de pagar la totalidad de su deuda. Sin embargo, los países no pueden pedir que se les declare en quiebra: no existen procedimientos ni árbitros a tal efecto.
En el ámbito internacional son los acreedores y no un tribunal, quienes deciden si pedirán o no al país deudor que pague su deuda.

Proceso de la Deuda Externa en América Latina.
El sobreendeudamiento es un mecanismo de explotación, que subordina a los países periféricos a una hemorragia permanente de sus capitales y recursos naturales; por tanto, la deuda externa cumple el rol de apropiación de los excedentes de nuestros países por la vía financiera.
Desde mediados de la década del setenta América Latina se convirtió en exportador neto de capitales. Fenómeno más grave aún si lo analizamos en relación con el intercambio desigual y los flujos de repatriación de ganancias de las empresas transnacionales.
Los esquemas de capitalización de la deuda, el pago de intereses sobre intereses y el crónico déficit comercial de América Latina, nos demuestran que además de ser reembolsada con creces, genera el círculo vicioso del "cuanto más se paga, más debe" y someten a los gobiernos deudores a ser sumisos frente a los requisitos de los acreedores.
Las políticas de ajuste estructural impulsadas por el FMI de compresión de los gastos sociales, tienen un solo motivo: garantizar el pago de intereses, lo que provoca el deterioro insostenible de las economías latinoamericanas y de las condiciones de vida de nuestros pueblos.
Aparte del impacto en las cargas de la deuda y su crecimiento, los organismos internacionales y los países industrializados han favorecido intrínsecamente a elites locales en perjuicio de los trabajadores que han cargado con el peso del mayor ajuste, a través del deterioro del salario real, el desempleo y la exclusión social.
La competencia por los recursos se convirtieron en prioridad para las corporaciones trasnacionales y el complejo militar-industrial, las que tienen el reinado de la tierra bajo la "mano invisible" de la ideología del ajuste, para lo cual recurrieron a políticas de comunicación social mediáticas con el fin de limitar al sector público, a través del falso dilema de "achicar el estado para engrandecer la nación", para profundizar el mecanismo de transferencia de ingresos hacia los países industrializados y ahondar las dependencias o subordinaciones políticas.
En un editorial se plantea: "En función de la globalización de la economía: el financiamiento externo y la transferencia neta de capitales, se constituyen en los paradigmas para una eficiente rearticulación de las economías de América Latina a un sistema productivo-comercial transnacionalizado, para ser economías deudoras que se convierten cada vez más dependientes dentro de un proceso acelerado de la nueva colonización de nuestros países."
"La calificación que cabe darle al actual proceso es: que se trata de una globalización del capitalismo, monitoreado por la ideología neoliberal, que da como resultado un capitalismo radical y salvaje, como lo ha definido en múltiples ocasiones la CLAT y muchas personalidades, entre ellas Juan Pablo II. Una de las revistas más relevantes del templo de la escolástica capitalista mundial: Newsweek, en el número del 26 de febrero 1996 llegó a calificar éste capitalismo como un capitalismo asesino, Killer Capitalism"
En síntesis, La deuda cumple una función esencialmente política de transferencia del poder de decisión sobre las políticas económicas a los gobiernos de los países acreedores y sus títeres multilaterales y la acumulación de capital va a manos de unas pocas familias del mundo.

De 1.950 hasta el presente.
Es necesario señalar que todo el proceso de endeudamiento de los países no es algo que comienza a mediados de la década del setenta, sino que arranca desde los inicios de la independencia de cada país latinoamericano. Se convierte en un fenómeno propiamente estructural durante diversas etapas, con las excepciones de contados períodos en los que no se afrontaron los chantajes de los acreedores externos.
En el cuadro 1 se presenta la evolución de la deuda externa, es necesario dar una idea en cifras para ver la magnitud de lo que estamos analizando.
Durante los últimos cincuenta años del siglo XX América Latina ha sufrido un proceso de desarrollo en condiciones extremadamente exigentes. Sin analizar otros problemas críticos de América Latina, el crecimiento acelerado de la deuda externa, que aumentó la gran deuda social existente, bloqueo toda posibilidad de desarrollo y de lucha efectiva contra la pobreza y la exclusión social.
Existieron en esos años dos procesos diferenciados de endeudamiento de los países latinoamericanos, hasta mediados de la década del setenta, se trataba fundamentalmente de un desequilibrio coyuntural de pagos internacionales. Luego se consolidaron las ataduras de los préstamos internacionales que generaron la asfixia financiera latinoamericana y comienza a aflorar la deuda que empezaban a acumular los países, que convierte bruscamente a la región en exportadora neta de recursos. Desde 1982 América Latina sufre una hemorragia de recursos persistente.

Si tomamos los datos de la CEPAL referidos a la deuda externa latinoamericana en el período que va entre 1950 y 1974, o sea, en la etapa anterior a la colocación de los petrodólares, tenemos esta realidad:

La deuda externa en este período se duplicaba cada cinco años aproximadamente. La danza macabra comienza entre 1974 y 1975 con la ofensiva prestamista de petrodólares, cuando, en un solo año, más que se duplica la deuda latinoamericana. En efecto, de los 36.600 millones de dólares de 1974 se pasa, apenas 365 días después, a 65.202 millones de dólares. La duplicación se produce ahora en un solo año. Aunque este ritmo disminuye algo después, la curva ascendente no ha parado hasta hoy.

La Alianza para el Progreso, iniciada en la década de 1960 sostuvo las economías de América Latina con limitado éxito durante dos décadas, pero la crisis del petróleo de 1973 afectó las ganancias por exportaciones de la mayoría de las naciones latinoamericanas, con la excepción de Venezuela y México. La deuda subió, la inflación aumentó; es decir, la inquietud y la confiscación prevalecieron.

En 1982, México, Argentina y en cierta medida Brasil estaban en situación de cesación de pagos. El comienzo de la administración Reagan, con su emisión de los bonos Brady, temporalmente trajo estabilidad, pero México, en especial, osciló al borde de la bancarrota en 1992 y de nuevo en 1994. Al año siguiente los obispos católicos de América Latina convocaron a una Conferencia Episcopal en ciudad de México. Deploraron la deuda externa, pidieron una cancelación o moratoria y afirmaron que las naciones de América Latina entre 1980 y 1990, ¡habían pagado intereses de 418.000 millones de dólares sobre préstamos originales que totalizaban 80.000 millones de dólares!. Hasta que a fines del 2001 Argentina se vio obligada a anunciar el default.

Estados Unidos también carga con el grave peso de la deuda pública, mientras que el déficit comercial en el 2001 alcanzó 358.290 millones de dólares, en el 2002 superó ampliamente esta cifra llegando a 435.200 millones de dólares; en el 2003 el gobierno de Bush anuncio un déficit que supera los 550.000 millones de dólares. La cuenta corriente de Estados Unidos que arrojaba un déficit ‘relativamente pequeño’ hasta 1997 alrededor del 1,0% del PBI, se incremento de manera extraordinaria en los años siguientes: en 1999 a 2,7%; 3,5% en el 2001, siendo las estimaciones para el presente año de un 4,7%. Pese a las predicciones de la reactivación económica y un crecimiento económico más rápido que el de la mayoría de sus socios comerciales, expertos estadounidenses esperan más de lo mismo para 2004, estimando que el déficit en la cuenta corriente superaría el 5,1%.
Quien duda que es un déficit insostenible; por tanto, surgen algunos interrogantes: ¿Por cuánto tiempo seguirá financiando el resto del mundo el déficit externo estadounidense? ¿Qué pasará cuando deje de hacerlo? ¿Se devaluará el dólar entre un treinta y cincuenta por ciento?. Se puede afirmar en consecuencia que Estados Unidos, está a merced de los acreedores extranjeros, así como aquellas personas que tienen dólares como divisa de reserva.

Stiglitz dice: "Los déficit fiscal y comercial americanos están íntimamente vinculados. Si un país ahorra menos de lo que invierte, ha de pedir prestada la diferencia al exterior y los préstamos procedentes del exterior y los déficit comerciales son las dos caras de una misma moneda."

Sostiene que: "el enorme déficit comercial de los Estados Unidos puede ser una causa de inestabilidad mundial. ¿Seguirá el mundo financiando dicho déficit de buena gana, metiendo su dinero en un país con tan demostrada falta de competencia en la gestión macroeconómica (por no decir nada de los escándalos empresariales, bancarios y contables)? ¿Qué exigirá a cambio?".

Se puede prever que si colapsa el dólar, la caída de su valor real reducirá el valor real de la enorme deuda externa e interna estadounidense. DeLong además plantea, que un desplome vertiginoso del dólar probablemente cause un impacto muy distinto: empobrecerá a los trabajadores cuyos productos se exporten a Estados Unidos y a los inversores en dólares que verán fundirse sus carteras. La devaluación del dólar sólo afectará en forma secundaria a los norteamericanos que consuman productos importados. Los pueblos de América Latina enfrentan un oscuro futuro financiero y una posible vuelta a condiciones coloniales.

Posibles Soluciones a la Deuda Externa.

La mejor solución para el bien de Venezuela y de los venezolanos, consiste en tratar de ir pagando la mencionada Deuda Externa desde ya. Pero únicamente en forma de trueque, con acciones de empresas o bienes, propiedad de la nación, tratando de negociarlas con los bancos acreedores hacerle con grandes compañías trasnacionales, que pudieran o quisieran comprar las acreencias de toda nuestra Deuda Externa a los mencionados bancos, para negociarla directamente con nosotros a cambio de acciones de nuestra industria Pesada hasta en un 49% de las mismas.

Así cambiaríamos a los acreedores banqueros, cobradores de altos intereses, por socios internacionalmente fuertes, que juntos multiplicaríamos la producción de las mismas empresas en poco tiempo, ya que su colocación no será problema para ellos. Estas negociaciones llevarían automáticamente al total saneamiento económico de dichas industrias.

Entre las Acciones de las Industrias pesadas (anteriormente mencionadas) a ser entregadas a las trasnacionales, no están ni deberán estar incluidas las de Petróleos de Venezuela (PDVSA) n tampoco las de hierro.
En relación a éstas, también se deberían vender parte de las mismas acciones, pero únicamente a los venezolanos, los cuales al enterarse del saneamiento total del país, querrán traer de vuelta gran parte de sus dólares que puedan tener en el exterior, para que la nación recupere y a la vez, permita pagar las deudas internas.
En cuanto a la entrega de Acciones de nuestra Industria pesada a las Trasnacionales, si ellas no alcanzan para cancelar las mencionadas Deudas Externas en su totalidad, se deberían complementar dichos pagos con un trozo de la faja bituminosa del Orinoco en iguales condiciones, es decir, del 49% y 51% sobre el producto a extraerse del subsuelo de dicho trozo.
Además al concretarse las mencionadas, transacciones, y en especial a las que se refiere a la cancelación de la Deuda Externa, de frenarla automáticamente la preocupante inflación actual, y por ende el precio del dólar se ajustarla, sin duda, a niveles internacionales.

Referente a los sueldos y salarios, se deberían ajustar a las nuevas realidades que se producirían prontamente con dichas transacciones, volviéndose así a la gran realidad de un país próspero en su totalidad.
Reconsiderado todos estos puntos se podría acabar de una vez por todas, con la ignorancia, la pobreza y los rancheríos inhóspitos, que albergan la mayoría de los habitantes de la capital y de las demás ciudades, pueblos y caseríos, de todo el territorio nacional.
Por lo tanto, estas tres conclusiones fundamentales serían fundamentales para lograr así:
1- Abocarnos de inmediato a la planificación de nuestra extensa y desolada frontera y el Sur de Venezuela, mediante el desarrollo de un gran Plan Agropecuario o Industrial, en forma de grandes cooperativas mixtas o totalmente privadas, donde la Nación por medio del Gobierno nacional entregaría o aportaría los terrenos con todas las tierras disponibles y aprovechables.
2- De estas planificaciones se harían cargo los ministerios competentes con la importantísima colaboración de las Fuerzas Armadas, altamente preparadas y muy bien equipadas para tales líneas. Además se encargarían de la construcción de las principales vialidades, así como vía férrea, autopistas y carreteras diagonales, bien hacia las fronteras y viceversa.
3- Los consorcios o concesionarios se harían cargo de las demás infraestructuras, así como la deforestación, vías secundarias, preparación de las partículas, construcción de las viviendas campesinas, para cada parcelero, planificación y construcción de los centros cooperativos. Cada concesionario en su trozo o porción que haya negociado o contratado con la nación.

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